CARTA DE UN ALIENIGENA ALTERSISTEMA

Querida madre: 

Perdona por no haber escrito antes pero el descubrimiento de este nuevo planeta y de sus habitantes me ha tenido totalmente estupefacto desde que llegué, hace ya nueve jornadas. Y no es por que la Tierra sea muy diferente a nuestro planeta, al menos el lugar donde he acabado instalándome cuyo nombre es tremendamente difícil de pronunciar en nuestra lengua: Es-pa-ña. 

El aterrizaje fue complicado; te explico. Llegué al punto central de España, conocido aquí como Kilómetro Cero, el pasado quince de mayo a las diecinueve cero cero, hora local. Ya sabes lo caprichosa que es mi astronave que cuando se le mete una cosa en el ordenador de abordo no hay quien se la saque, pues esta vez se empeñó en que teníamos que estacionar justo en el centro de España, no le valía la periferia. Pues se tuvo que joder porque había tal cantidad de terrícolas en la vía pública que allí no había quien aparcara. Descartamos aparcar sobre sus cabezas porque aquellos seres humanos parecían bastante enfadados. Posteriormente descubrí que se trataba de una modalidad de enfado que en la Tierra se llama indignación. 

Conseguí convencerla de que aparcáramos en el “Kilómetro Cero” de alguna ciudad cercana pero estaban todas igual de atestadas de terrícolas. Después de visitar siete ciudades con el mismo resultado infructuoso entramos en reserva así que pusimos rumbo a la costa Este (ya que nos íbamos a quedar sin combustible que nos pillara cerca de la playita). Escogió un lugar llamado Valencia pero también allí resultó imposible aparcar porque, al igual que en el resto de ciudades, las calles del centro estaban cubiertas de personas humanas. ¿¡Esta gente no tiene casa!?, pensé en voz alta. Posteriormente descubrí que una gran parte no la tenía, que había más viviendas que personas pero que muchas de ellas estaban vacías y que muchas personas vivían donde buenamente podían. Había incluso quienes tuvieron casa pero se la quitaron; hubo quien (¡encima!) tuvo que pagar dinero a las entidades que se quedaron con sus hogares. 

Intenté convencer a la astronave de que el centro de la ciudad llamada Barcelona estaría igual o peor para aparcar, pero ella, haciendo caso omiso de mis advertencias, tomó rumbo al norte. Nos quedaba combustible para unos veinticinco kilómetros con que nos vimos obligadas a realizar un aterrizaje de emergencia en la ciudad de Sagunto, detrás de una fábrica abandonada. 

A diferencia del resto de ciudades, el centro de Sagunto no estaba abarrotado de gente. Posteriormente descubrí que se habían ido a abarrotar el centro de Valencia. 

Ahora, después de nueve lunas, y gracias a las amables terrícolas del Camp de Morvedre, empiezo a entender cómo funciona este país llamado España: igual o peor que el nuestro, madre, lo que pensábamos que era un problema global resulta ser un problema interplanetario. 

A igual que en nuestro planeta, la gran mayoría de habitantes está gobernada por una pequeña minoría que cobra unos sueldos mucho más elevados que la media nacional. También aquí, madre, muchos de los gobernantes no tienen suficiente con toda esa pasta y se dedican a chulearle el dinero a la población, ya sea mediante un mecanismo llamado prevaricación ya sea robándolo directamente de las arcas públicas. También aquí madre, esos gobernantes se las maravillan para seguir gobernando con la excusa de que los demás roban más que ellos. 

También aquí, madre, quienes verdaderamente tienen el poder no son los gobernantes sino otra minoría más desalmada que la anterior y que se divide en dos subminorías: banqueros y grandes empresarios. 

También aquí, madre, la desgracia de miles de familias está justificada cuando se trata de aumentar los dividendos de accionistas podridos de dinero. 

También aquí, madre, las dos minorías de las que te he hablado se enriquecen cada vez más a costa de recortar derechos a la gran mayoría. También aquí, madre, todo lo que se le permite hacer a esa mayoría es elegir cada cuatro años si prefiere que les robe el partido Alfa o el partido Beta. 

Pero en España está ocurriendo algo que en nuestro planeta no ocurre, madre, y por eso estoy tan fascinado con estos terrícolas. Aquí la población se ha cansado de que la chuleen y ha decidido salir a la calle a protestar, no como en nuestro planeta, que parece que les da igual todo lo que no quepa en una pantalla de televisión. Aquí la gente se está movilizando, madre, y se ha decidido a plantar cara y reivindicar que el dinero de sus impuestos revierta en mejorar la sociedad en lugar de engrosar las cuentas bancarias de algunos pocos. Y se ha propuesto que se les deje opinar, que se les permita influir en las decisiones que afectan a su felicidad. Porque la población española ha decidido darle la vuelta al calcetín y que, por una vez en su historia, las personas sean más importantes que el dinero. 

Por eso, madre, estoy pensando establecerme indefinidamente en Sagunto, para seguir aprendiendo de estas personas indignadas del Camp de Morvedre, para darles mi apoyo y mi ánimo cada tarde que me encuentro con ellas en la Plaza (tampoco es que tenga muchas mas opciones teniendo en cuenta que la astronave se ha quedado sin combustible). 

Un abrazo interplanetario.

Texto de Miguel Angel García