¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!
Esta debe ser, vistas sus aspiraciones, la nueva consigna de la CEOE y del FMI.
Es posible que las barbaridades que han presentado como objetivo solo sean el señuelo con el que distraernos para camuflar sus aspiraciones reales y así, sin darnos cuenta, colarnos, por ejemplo, el cese de la ultraactividad de los convenios o, ¿por qué no?, el derecho de pernada.
Evidentemente, ante un planteamiento de máximos la respuesta debería ser proporcional desde la otra parte implicada, los trabajadores, pero, ¿con qué nos encontramos?, la realidad resulta desoladora.
¿Un gobierno deslegitimado?
¿Cómo podemos tolerar que unas medidas de un calado tan profundo y trascendente se puedan ejecutar sin haber sido presentadas en un programa electoral?
¿Cómo podemos tolerar que la reforma de la negociación colectiva sea aprobada gracias a la concesión de no se sabe qué a los partidos nacionalistas conservadores?
¿Cómo un partido que no supera en votos al nivel de abstención puede considerarse legitimado para asumir una situación tan grave que, según ellos, requiere de los enormes cambios estructurales que han iniciado, sin haberse presentado a una reválida ciudadana?
¿Cómo unos sindicatos que no se plantean una huelga general ante los ataques constantes del gobierno y las disparatadas propuestas de la patronal pueden pretender representar a los trabajadores?
¿Acaso la CEOE y el FMI representan a algo o a alguien que no sea el capital?
Ante este panorama desolador no va quedando más remedio que asumir la deslegitimación de los "interlocutores sociales" y del gobierno en materia sociolaboral. Ninguno de ellos está representando, ni por asomo, los intereses de la ciudadanía, por lo que, a no tardar demasiado, deberíamos empezar a aportar alternativas desde el movimiento ciudadano para salvaguardar los derechos de la clase trabajadora, pequeños empresarios y autónomos y, de este modo, empezar a reflotar la sociedad de una crisis de la que no es responsable.
La propuesta de máximos debe surgir también desde la ciudadanía y, si la patronal pide un contrato único con 20 días de indemnización por despido y la ampliación hasta los 35 años del contrato de formación, nuestra propuesta debe ir encaminada al reparto del trabajo y la renta básica ciudadana, hacia la lucha radical contra el fraude físcal y los paraísos fiscales, contra un marco retributivo que permite diferencias abismales entre empleados dentro de la misma empresa, hacia el aumento del salario mínimo interprofesional y las pensiones, hacia la eliminación de la precariedad laboral y la economía sumergida.
El capital, con la ayuda del gobierno y de los partidos mayoritarios y con la colaboración pasiva de los sindicatos "oficiales", han declarado una guerra abierta a la ciudadanía asalariada y a los pequeños empresarios y autónomos. Si ellos han radicalizado sus posturas, no podemos responder con indiferencia y pasividad, asumamos también su lema:
¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!
Para ello resultan imprescindibles la continuidad de las movilizaciones, la concreción de las demandas y la elaboración de un calendario u hoja de ruta en el que dejar plasmadas las exigencias y los mecanismos de actuación.
A pesar del tremendo éxito de la convocatoria del 19-J, la ciudadanía no puede permitirse el lujo de dejar de mostrar ni un solo instante una radical oposición al pacto por el euro, a los recortes emprendidos por el gobierno y al aumento de las exigencias de la patronal y del FMI. Cada día que pasa nuestros derechos y libertades se reducen.
Nos vemos en las calles, amigos.
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